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  • Foto del escritorSilvina Evangelista

Circularidad de Matías Agustín Longo Perrig

Actualizado: 6 ene 2021

Es fácil reconocer en el arte primitivo una intención mágica. Se ponía la religión, la ciencia y el arte al servicio de una intención: transformar la naturaleza. Hoy no hablamos tanto de naturaleza como de realidad y “el arte (me animo a sostener esto como una de las verdades más evidentes), no existiría si el mundo fuese claro”. Estas palabras de Albert Camus nos hacen pensar que el arte es un elemento necesario para entender el mundo en el que vivimos, para escapar de él y, en el mejor de los casos, para modificarlo. No sólo se trataría de crear algo, sino de crear algo que al materializarse pudiera transformar nuestra realidad.


El mundo contemporáneo, habiendo iniciado su camino en la modernidad, es un mundo en el que prevalece el racionalismo, la tecnología, la robótica, la informática y la virtualidad. Es un mundo maquínico regido por leyes y sistemas que tienden a limitar y condicionar la libre expresión de los seres humanos.


Si bien no es nada nuevo, quisiera resaltar el hecho de que la historia de la humanidad funciona en círculos, es decir que las cosas se repiten. Las etapas cumplen ciclos y cada tanto sentimos la necesidad imperiosa de volver al origen, al principio de todas las cosas. Necesidad de volver a la naturaleza y permitir que ella nos enseñe la quietud. Conectar con el silencio.


La obra de Longo Perrig tiene algo (o mucho) de esto. “Circularidad” es ante todo un entramado de redes que entrelazan emociones y percepciones primigenias. El lienzo funciona como un espacio sacro (el mismo artista lo dice) y en su acción está el ritual: la repetición, la tensión y el despliegue de energía.


A simple vista hay cosas que no se ven. Pero detenidos en la acción de mirar atentamente empiezan a aparecer figuras, ojos, rostros, formas de animales y el tótem, clara representación del principio y el origen.


La magia sucede frente a esta obra. Es como entrar al interior de uno mismo: hay belleza y hay música, como si fuera el latido del universo. Una realidad monocromática donde se esconden las formas y el silencio, y frente a la cual, conectamos con nuestra capacidad de descubrir lo que la naturaleza tiene para decirnos.


Las otras obras marcan un tiempo y unos tonos diferentes, como si se tratara de un despertar. Aparecen la tierra, el sol, lo femenino, el animal muerto. Es una especie de florecer después de la muerte, es la pregunta por lo que hay después del final. A veces creemos ser testigos de algunos finales, pero si lo pensamos, nunca podemos identificar los principios. ¿Será que en realidad no existe algo así como un final, sino sólo la transfiguración de todas las formas?


Estamos en presencia, entonces, de una obra que logra hacer visible lo invisible. Un arte que, lejos de reproducir o imitar la realidad, la crea, conduciendo la mirada del espectador hacia la profundidad de las verdades ocultas. El gesto del artista es un gesto primitivo y espontáneo, que nos permite retroceder hasta lo más simple, despojándonos de todo lo que nos rodea. Nos comparte un mundo nuevo, su mundo, y nos invita a explorarnos cuando nos sumergimos en él.

Escribí este texto para la muestra “Circularidad” de Matías Longo Perrig, que tuvo lugar en el año 2018 en la Salita de Muestras de la Estación Sud, en la ciudad de Bahía Blanca. Matías vive actualmente en la ciudad de Buenos Aires y podés seguir su obra en www.behance.net/gallery o en @longoperrig_art




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