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  • Foto del escritorSilvina Evangelista

Civitas de Guillermo Miconi

Actualizado: 6 ene 2021

Nuestro tiempo está marcado por desplazamientos y dispersiones. Existe un tránsito constante de flujos: humanos, materiales y virtuales. El mundo que habitamos, de alguna manera se disloca y sólo es posible lo que circula. En este contexto se plantea como inquietud la imposibilidad de representación y ligada a ella, la imposibilidad de identidad (al menos en el sentido moderno de ambos términos o en tanto se hace difícil poder atrapar algo). Uno podría preguntarse, entonces, qué hacer frente a esa imposibilidad. De entre todas las alternativas posibles se me ocurre una: la creación de la propia escena.


De manera consciente o no, concebimos al mundo y a la experiencia como imagen, a la vez que nos proyectamos a nosotros mismos como imágenes. Esto se vincula con el hecho de que las subjetividades contemporáneas se construyen a sí mismas, a partir de una imagen creada. Lo que no significa que hayamos dejado de vincularnos en los planos afectivo, emocional, intelectual, psicológico, etc, sino que a todos estos se antepone o se interpone una imagen.


En “Civitas” interactúan fotografías y stills de vídeo que capturan momentos de la vida urbana. Algunos son estáticos, otros sugieren el movimiento, pero en ambos casos se toman componentes de lo real para crear una ficción: la ciudad aparece como la mayor de las ficciones.


En las fotografías se resalta, en clave baja, la intimidad de los seres urbanos, la quietud de los espacios vacíos y la tranquilidad de la espera. Son imágenes que logran cierta abstracción al poner en tensión la conocida vorágine de la ciudad contemporánea con el supuesto anonimato de las personas que la habitan. Es como si el negro profundo absorbiera los objetos.


Por su parte los stills de vídeo muestran la ciudad desde un ángulo muy distinto al que solemos observarla. Este recurso ofrece un nuevo modo de vinculación con el espacio urbano, porque lejos de permitir que éste nos atrape, lo miramos sobrevolándolo. De este modo los flujos se armonizan y dibujan un sistema perfecto que se acerca más a lo natural que a lo artificial.


Cabe hacer alusión al tema central de esta obra, que tiene que ver con los procesos de alienación del individuo en las grandes urbes. Sin embargo, si pensamos la ciudad como el espacio por donde se circula, hay que tener en cuenta que a la vez los mismos lugares atraviesan esos espacios y la componen. Entonces ¿en qué sentido podemos hablar de alienación? ¿Quién se aliena, el individuo o la ciudad?


Tal vez se pretende mostrar este aspecto deshumanizando la ciudad, despojándola de los seres que la justifican y la crean. Además, si la ciudad es pensada como circulación indefinida, se convertiría en un auténtico “no lugar”. Pero acá, cuando las imágenes muestran espacios “vacíos”, hablan más de la presencia que de la ausencia. Parece imposible que la ciudad se despoje por completo de las personas, de los objetos y de las temporalidades contradictorias que la constituyen.


Algo más aparece. El fotógrafo logra, a través de la imagen creada y del montaje, establecer otras posibilidades: puede transformar, invertir la mirada y hacer ver lo que no se ve. Nos permite escapar de los estereotipos y de los clichés de la percepción, porque ya no parece importar tanto qué miramos, ni cómo lo hacemos, sino cómo esa imagen (esa ciudad) nos mira y nos toca a la vez.


La ciudad que nos mira. Texto para la muestra “Civitas” de Guillermo Miconi. Bahía Blanca. Año 2018. Podés seguir su trabajo en @guillemiconi


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