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  • Foto del escritorSilvina Evangelista

Friedrich Nietzsche, el espíritu libre

Actualizado: 6 ene 2021

Hace un tiempo me escribió un amigo contándome que hacía muchos años había leído a Nietzsche, y que no recordaba en qué contexto ni si había comprendido algo. "Seguro que no" me dijo. Automáticamente pensé en la maldita carga de la filosofía, siempre envuelta en el velo de la incomprensión ¿no?

Lo más curioso es que después de especificar que el libro al que se refería era Más allá del bien y del mal, me envió lo que sigue, aclarando que se lo había aprendido de memoria, como un mantra:


"Nosotros, los últimos estoicos, sigamos siendo duros y llámenos en nuestro auxilio a todo lo que hay de diabólico en nosotros; a nuestro ánimo aventurero. A nuestra curiosidad aguzada y prevenida, a nuestra voluntad de poder y de conquista universal, más sutil, más sublimada, si es que algún día nos sentimos tentados a seguir una vida más fácil y menos dolorosa.


Suponiendo que la probidad sea nuestra única virtud, aquella de la cual no podemos desembarazarnos. Nosotros, espíritus libres, pondremos toda nuestra malicia y todo nuestro amor, en desarrollarla, y no dejaremos de perfeccionar en nosotros, ésta, nuestra única virtud, la única que nos queda.


Corramos con todos nuestros diablos en ayuda de nuestro Dios, a causa de ésto se nos confundirá con otros, y qué importa, si de todos los diablos pre bautizados, hemos hecho santos.


¿Y cuál es el espíritu que nos guía? ¿Y cuántos espíritus hay en nosotros?


Nosotros, espíritus libres, debemos luchar para que nuestra probidad, no se convierta en nuestra vanidad, en nuestro límite, en nuestro atavio de parada, en nuestra estupidez. No es acaso la vida tan corta para que la hagamos enojosa..."


Supuestamente este pasaje corresponde al capítulo "El espíritu libre", así que en busca de señales para entender por qué estas palabras llegaban a mi vida, incluso en forma de mantra (confieso que esto es lo que más me cautivó), me puse a leer. El capítulo consta de veintiun apartados (del 24 al 44) y decidí compartir a continuación los fragmentos que me parecen más interesantes de cada uno de ellos.


24. ¡Oh santa simplicidad! ¡Dentro de qué simplificación y falseamiento tan extraños vive el hombre!

[...] sin embargo acá y allá nos damos cuenta y nos reímos del hecho de que la mejor ciencia sea precisamente la que más quiere retenernos dentro de este mundo simplificado, completamente artificial, debidamente fingido, debidamente falseado, porque ella ama, queriéndolo sin quererlo, el error, porque ella, la viviente, ¡ama la vida!


25. El martirio del filósofo, su "holocausto de la verdad", saca a la luz por fuerza la parte de agitador y de comediante que se hallaba escondida dentro de él; y suponiendo que hasta ahora sólo se haya contemplado al filósofo con una curiosidad artística, puede resultar ciertamente comprensible, con respecto a más de uno de ellos, el peligroso deseo de verlo también alguna vez en su degeneración (degenerado a "mártir", en vocinglero del escenario y de la tribuna).


26. Mas si el filósofo tiene suerte, cual corresponde a un favorito del conocimiento, encontrará auténticos abreviadores y facilitadores de su tarea, - me refiero a los llamados cínicos, es decir, a aquellos que reconocen sencillamente en sí el animal, la vulgaridad, la "regla", y, al hacerlo, tienen todavía el grado necesario de espiritualidad y prurito como para tener que hablar sobre sí y sobre sus iguales delante de testigos: propio excremento. El cinismo es la única forma en que las almas vulgares rozan lo que es honestidad; y el hombre superior tiene que abrir los oídos siempre que tropiece con un cinismo bastante grosero y sutil, y felicitarse todas las veces que, justo delante de él, alcen su voz el bufón carente de pudor o el sátiro científico.


27. Es difícil ser comprendido: en especial si uno piensa y vive al ritmo del Ganges entre hombres que piensan y viven de otro modo, a saber, al ritmo de la tortuga o, en el mejor de los casos, según el modo de caminar de la rana - ¿acabo de hacer todo lo posible para que resulte difícil comprenderme también a mí?, - y debemos estar cordialmente reconocidos por la buena voluntad de poner cierta sutileza en la interpretación.


28. Lo que peor se deja traducir de una lengua a otra es el tempo [ritmo] de su estilo: el cual tiene su fundamento en el carácter de la raza, o, hablando fisiológicamente, en el tempo medio de su "metabolismo". Hay traducciones hechas honestamente que casi son falsificaciones, pues constituyen vulgarizamientos involuntarios del original, y ello debido simplemente a que no era susceptible de traducción el tempo valiente y alegre de éste, el tempo que salta por encima de todo lo que de peligroso hay en cosas y palabras y ayuda a dejarlo de lado.

El alemán es casi incapaz de usar el presto [rápido] en su lengua; por tanto es lícito inferir legítimamente, también es incapaz de muchas de las más divertidas y temerarias nuances [matices] del pensamiento libre, propio de espíritus libres... así Aristófanes y Petronio le resultan intraducibles. Todo lo serio, pesado, solemnemente torpe, todos los géneros fastidiosos y aburridos del estilo están desarrollados entre los alemanes con abundantísima multiformidad...

[...] Mas cómo sería capaz la lengua alemana de imitar, ni siquiera en la prosa de un Lessing, el tempo de Maquiavelo, quien en su Príncipe nos hace respirar el aire seco y fino de Florencia y no puede evitar el exponer el asunto más serio en un allegrissimo impetuoso: acaso no sin un malicioso sentimiento de artista por la antítesis que osaba llevar a cabo, - los pensamientos, largos, pesados, duros, peligrosos, y el tempo, de galope y de óptimo y traviesísimo humor.

[...] Y en lo que se refiere a Aristófanes, aquel espíritu transfigurador, complementario, en razón del cual se perdona al helenismo entero haber existido, suponiendo que hayamos comprendido a fondo qué es lo que en él precisa de perdón, de transfiguración: - no sabría yo indicar cosa alguna que me haya hecho soñar más sobre el secreto de Platón y su naturaleza de esfinge que este pequeño hecho, afortunadamente conservado: que entre las almohadas de su lecho de muerte no se encontró ninguna "biblia", nada egipcio, pitagórico ni platónico - sino a Aristófanes. ¡Cómo habría soportado incluso un Platón la vida - una vida griega, a la que dijo no, - sin un Aristófanes! -


29. Es cosa de muy pocos ser independiente: - éste es un privilegio de los fuertes. Y quien intenta serlo sin tener necesidad, aunque tenga todo el derecho a ello, demuestra que, probablemente, no es sólo fuerte, sino temerario hasta el exceso. Se introduce en un laberinto, multiplica por mil los peligros que ya la vida trae consigo de por sí; de éstos no es el menor el que nadie vea con sus ojos cómo y en dónde él mismo se extravía, se aísla y es despedazado trozo a trozo por un Minotauro cualquiera de las cavernas de la conciencia. Suponiendo que ese hombre perezca, esto ocurre tan lejos de la comprensión de los hombres que éstos no lo sienten ni compadecen: - ¡y él no puede ya volver atrás!, ¡no puede retornar ya tampoco a la compasión de los hombres! -


30. Nuestras intelecciones supremas parecen necesariamente - ¡y deben parecer! - tonterías y, en determinadas circunstancias, crímenes, cuando llegan indebidamente a oídos de quienes no están hechos ni predestinados para ellas. Lo exotérico y lo esotérico ... en todos los sitios donde se creía en un orden jerárquico y no en la igualdad y en los derechos iguales, - no se diferencian tanto entre sí porque el exotérico se encuentre fuera y sea desde fuera, no desde dentro, desde donde él ve, aprecia, mide y juzga las cosas: lo más esencial es que él ve las cosas de abajo arriba, - ¡el esotérico, en cambio, de arriba abajo! Hay alturas del alma que hacen que, vista desde ellas, hasta la tragedia deje de producir un efecto trágico; y si se concentrase en unidad todo el dolor del mundo, ¿a quién le sería lícito atreverse a decidir si su aspecto induciría y forzaría necesariamente a la compasión y, de este modo, a una duplicación del dolor?


31. Todo está dispuesto para que el peor de todos los gustos, el gusto de lo incondicional, quede cruelmente burlado y profanado, hasta que el hombre aprende a poner algo de arte en sus sentimientos y, mejor aún, a atreverse a ensayar lo artificial: como hacen los verdaderos artistas de la vida.


32. Durante el período más largo de la historia humana - se lo llama la época prehistórica - el valor o el no valor de una acción fueron derivados de sus consecuencias: ni la acción en sí ni tampoco su procedencia eran tenidas en consideración...

[...] Denominemos a este período premoral de la humanidad: el imperativo "¡conócete a tí mismo!" era entonces todavía desconocido. En los últimos diez milenios, por el contrario, paso a paso se ha llegado tan lejos en algunas grandes superficies de la tierra que ya no son las consecuencias, sino la procedencia de la acción, lo que dejamos que decida sobre el valor de ésta: esto representa, en conjunto, un gran acontecimiento, un considerable refinamiento de la visión y del criterio de medida, la repercusión inconciente del dominio de valores aristocráticos y de la fe en la "procedencia", el signo distintivo de un período al que es lícito denominar, en sentido estricto, período moral: la primera tentativa de conocerse a sí mismo queda así hecha.

[...] Hoy nos hallaríamos en el umbral de un período que habría que calificar por lo pronto de extramoral... algo que tiene que ser superado. La superación de la moral, y en cierto sentido incluso la autosuperación de la moral: acaso sea éste el nombre para designar esa labor prolongada y secreta que ha quedado reservada a las más sutiles y honestas, también a las más maliciosas de las conciencias de hoy, por ser éstas vivientes piedras de toque del alma.-


33. No queda remedio: es necesario exigir cuentas y someter a juicio despiadadamente a los sentimientos de abnegación, de sacrificio por el prójimo, a la entera moral de la renuncia a sí: y hacer lo mismo con la estética de la "contemplación desinteresada", bajo la cual un arte castrado intenta crearse hoy, de manera bastante seductora, una buena conciencia. Hay demasiado encanto en esos sentimientos de "por los otros", de"no por mí" como para que no fuera necesario volvernos aquí doblemente desconfiados y preguntar...


34. Que la verdad sea más valiosa que la apariencia, eso no es más que un prejuicio moral; es incluso la hipótesis peor demostrada que hay en el mundo. Confesémonos al menos una cosa: no existiría vida alguna a no ser sobre la base de apreciaciones y de apariencias perspectivistas; y si alguien, movido por la virtuosa exaltación y majadería de más de un filósofo, quisiera eliminar del todo "el mundo aparente", entonces, suponiendo que vosotros pudierais hacerlo, ¡tampoco quedaría ya nada de vuestra "verdad" Sí, ¿qué es lo que nos fuerza a suponer que existe una antítesis esencial entre "verdadero" y "falso"? ¿No basta con suponer grados de apariencia y, por así decirlo, sombras y tonos generales, más claros y más oscuros, de la apariencia, - valores diferentes, para decirlo en el lenguaje de los pintores? ¿Por qué el mundo que nos concierne en algo no iba a ser una ficción?


35. La verdad, la búsqueda de la verdad, son cosas difíciles; y si el hombre se comporta aquí de un modo demasiado humano - no busca la verdad más que para hacer el bien - ¡apuesto a que no encuentra nada!


36. Suponiendo que ninguna otra cosa esté "dada"realmente más que en nuestro mundo de apetitos y pasiones, suponiendo que nosotros no podamos descender o ascender a ninguna otra "realidad" más que justo a la realidad de nuestros instintos - pues pensar en tan solo un relacionarse esos instintos entre sí -: ¿no está permitido realizar el intento y hacer la pregunta de si eso dado no basta para comprender también, partiendo de lo idéntico a ello, el denominado mundo mecánico (o material)? Quiero decir, concebir este mundo no como una ilusión, una "apariencia", una "representación", sino como algo dotado de idéntico grado de realidad que el poseido por nuestros afectos, como una especie de vida instintiva en la que todas las funciones orgánicas, la autorregulación, la asimilación, la alimentación, la secreción, el metabolismo, permanecen aún sintéticamente ligadas entre sí - como una forma previa de la vida?


38. Lo mismo que ocurrió últimamente, a plena luz de los tiempos modernos, con la revolución francesa, esa farsa horrible y, vista desde cerca, superflua, dentro de la cual, los espectadores nobles y exaltados de toda Europa -que la veían desde lejos- han venido proyectando durante mucho tiempo y de manera muy apasionada la interpretación de sus propias indignaciones y entusiasmos, hasta que el texto desapareció bajo la interpretación...


39. Nadie tendrá fácilmente por verdadera una doctrina sólo porque ésta haga felices o haga virtuosos a los hombres: exceptuados acaso, los queridos "idealistas", que se entusiasman con lo bueno, lo verdadero, lo bello, y que hacen nadar mezcladas en su estanque todas las diversas especies de multicolores, burdas y bonachonas idealidades. La felicidad y la virtud no son argumentos. Pero a la gente, también a los espíritus reflexivos, le gusta olvidar que el hecho de que algo haga infelices y haga malvados a los hombres no es tampoco un argumento en contra. Algo podría ser verdadero: aunque resultase perjudicial y peligroso en grado sumo; más aún, podría incluso ocurrir que el que nosotros perezcamos a causa de nuestro conocimiento total formase parte de la constitución básica de la existencia, - de tal modo que la fortaleza de un espíritu se mediría justamente por la cantidad de "verdad" que soportase o, dicho con más claridad, por el grado en que necesitase que la verdad quedase diluida, encubierta, edulcorada, amortiguada, falseada. Pero no cabe ninguna duda de que, para descubrir ciertas partes de la verdad, los malvados y los infelices están mejor dotados y tienen mayor probabilidad de obtener éxito; para no hablar de los malvados que son felices, - species que los moralistas pasan en silencio. Para el surgimiento del espíritu y filósofo fuerte, independiente, acaso la dureza y la astucia proporcionen condiciones más favorables que no aquella bonachería suave, fina, complaciente, y aquel arte de tomar todo a la ligera, cosas ambas que la gente aprecia, y aprecia con razón, en un docto. Presuponiendo, y esto es algo previo, que no se restrinja el concepto "filósofo"al filósofo que escribe libros. A la imagen del filósofo de espíritu libre, Stendhal agrega un último rasgo que yo no quiero dejar de subrayar en razón del gusto alemán:- pues este rasgo va contra el gusto alemán. "Para ser un buen filósofo hace falta ser seco, claro, sin ilusiones. Un banquero que haya hecho una fortuna posee una parte del carácter requerido para hacer descubrimientos en filosofía, es decir, para ver claro en lo que es".


40. Todo lo que es profundo ama la máscara; las cosas más profundas de todas sienten incluso odio por la imagen y el símbolo... Todo espíritu profundo necesita una máscara: más aún, en torno a todo espíritu profundo va creciendo continuamente una máscara, gracias a la interpretación constantemente falsa, es decir, superficial, de toda palabra, de todo paso, de toda señal de vida que él da.



41. Tenemos que darnos a nosotros mismos nuestras pruebas de que estamos destinados a la independencia y el mando; y hacer esto a tiempo. No debemos eludir nuestras pruebas, a pesar de que acaso ellas sean el juego más peligroso que quepa jugar y sean, en última instancia, sólo pruebas que exhibimos ante nosotros mismos como testigos, y ante ningún otro juez. No quedar adherido a ninguna persona: aunque sea la más amada, toda persona es una cárcel y también un rincón. No quedar adherido a ninguna patria: aunque sea la que más sufra y la más necesitada de ayuda, -menos difícil resulta desvincular el propio corazón de una patria victoriosa. No quedar adherido a ninguna compasión: aunque se dirigiese a hombres superiores, en cuyo raro martirio y desamparo un azar ha hecho que fijemos la mirada. No quedar adherido a ninguna ciencia: aunque nos atraiga hacia sí con los descubrimientos más preciosos, al parecer reservados precisamente a nosotros. No quedar adheridos a nuestro propio desasimiento, a aquella voluptuosa lejanía y extranjería del pájaro que huye cada vez más lejos hacia la altura, a fin de ver cada vez más cosas por debajo de sí: - peligro del que vuela. No quedar adheridos a nuestras propias virtudes ni convertirnos, en cuanto totalidad, en víctima de cualquiera de nuestras singularidades...


42. Un nuevo género de filósofos está apareciendo en el horizonte: yo me atrevo a bautizarlos con un nombre no exento de peligros. Tal como yo los adivino, tal como ellos se dejan adivinar - pues forma parte de su naturaleza el querer seguir siendo enigmas en algún punto -, esos filósofos del futuro podrían ser llamados con razón, acaso también sin razón, tentadores. Este nombre mismo es, en última instancia, sólo una tentativa y, si se quiere, una tentación.


43. ¿Son esos filósofos venideros, nuevos amigos de la "verdad"? Es bastante probable: pues todos los filósofos han amado hasta ahora sus verdades. Mas con toda seguridad no serán dogmáticos. A su orgullo, también a su gusto, tiene que repugnarles el que su verdad deba seguir siendo una verdad para cualquiera: cosa que ha constituido hasta ahora el oculto deseo y el sentido recóndito de todas las aspiraciones dogmáticas. "Mi juicio es mi juicio: no es fácil que también otro tenga derecho a él" - dice tal vez ese filósofo del futuro.

(...) las cosas tienen que ser tal como son y tal como han sido siempre: las grandes cosas están reservadas para los grandes, los abismos, para los profundos, las delicadezas y estremecimientos, para los sutiles, y, en general, y dicho brevemente, todo lo raro, para los raros.


44. ¿Necesito decir expresamente, después de todo esto, que esos filósofos del futuro serán también espíritus libres, muy libres - con la misma seguridad con que no serán tampoco meros espíritus libres, sino algo más elevado, más grande y más radicalmente distinto, que no quiere que se lo malentienda ni confunda con otras cosas?


Hasta acá llega el capítulo "El hombre libre", cargado de contenido interesante para pensar y analizar. Yo volvería a leerlo, ahora prestando especial atención a algunas ideas: el mundo simplificado - artificial - falseado; el vínculo entre lo verdadero y lo falso; el considerar los diferentes modos de pensar o el ritmo del pensamiento; los períodos de la humanidad divididos en premoral, moral y extramoral; la pregunta de por qué el mundo no iba a ser una ficción; la expresión "todo lo que es profundo ama la máscara"; y la independencia entendida en función de aquello a lo que no debemos quedar adheridos.


Todo esto pretende acercarnos una caracterización de eso que resulte ser el espíritu libre; o tal vez no, si mejor rescatamos la idea planteada de que el "texto desapareció bajo la interpretación".


Lo mismo creo del "mantra" que transcribí al comienzo de este texto, porque no encontré en el apartado nada que dijera exactamente lo mismo. Pienso entonces en lo que un espíritu libre logra conseguir: hacer propio un pensamiento, crearlo a partir de los elementos que sirven y resuenan en el momento, ignorando por completo aquello que no aporta nada a lo que esa alma precisa para su evolución. Me pregunto cómo habrán impactado estas palabras, aprendidas de memoria y repetidas innumerables veces con su propia voz.


El autor del mensaje insistió en preguntarme: ¿cuál es el espíritu que nos guía? y ¿cuántos espíritus hay en nosotros?


Creo que es una excelente pregunta para no darle respuesta (al menos por ahora), y en todo caso responderla con nuevas preguntas. ¿Qué entendemos por espíritu? ¿todos entendemos lo mismo? ¿qué significa que algo nos guíe? ¿por 'cuántos' se refiere a cantidad o a cualidad? ¿cuántas veces a lo largo de la vida podemos preguntarnos esto? ¿la respuesta será siempre la misma?


Resulta que seguí buscando y la cita corresponde efectivamente al libro Más allá del bien y del mal, pero se trata del apartado 227, incluido en el capítulo "Nuestras virtudes" ¿Cuál habrá sido, entonces, la señal? Sin dudas tenían que llegar a mí las palabras 'espíritu' y 'libre' (que me resultan mucha más seductoras que la palabra 'virtud'), y me dirigiera a este hermoso capítulo de la obra de Nietzsche.


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