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  • Foto del escritorSilvina Evangelista

Pensar la libertad

Actualizado: 7 ago 2022



Para conquistar la libertad humana, tenemos que romper con el Edipo y apartarnos del fascismo. Algo así dicen Deleuze y Guattari en el Anti-Edipo y el planteo, en principio, parece claro. Por un lado, se refieren a que rompamos con las normas que nos dictan la escuela, la iglesia, la familia, la sociedad; y por el otro, nos sugieren que nos apartemos del deseo de poder, que implicaría someter y someternos a la voluntad de un otro (situación en la cual el deseo de ese otro anularía el propio deseo).


Sin embargo me llama poderosamente la atención la idea de que a la libertad haya que conquistarla. ¿Por qué conquistarla? ¿Qué significa o qué implica?


Siguiendo a estos autores, se pueden enumerar tres acciones relacionadas con esta conquista de la libertad: borrarse, experimentar y hacer rizoma. Borrarse tiene que ver con desdibujar los límites de la especie a la que pertenecemos, borrarnos de la categoría que nos impone la sociedad a través de matrices identitarias (como ser hombre, mujer, profesional, adulto, extranjero). Esto significa básicamente, borrarnos de lo que llamamos identidad, cuando la entendemos como formada por contornos fijos.


Experimentar, por su parte, tiene que ver con la idea de Spinoza de que “nadie sabe lo que puede un cuerpo”. Porque un cuerpo tampoco puede definirse por su pertenencia a una especie, sino por los afectos de los que es capaz, por el grado de su potencia, por los límites móviles de su territorio. La idea es que no se puede saber de lo que un cuerpo es capaz antes de que se ponga en acción, es decir, antes de la experiencia.


Por último, hacer rizoma quiere decir no echar raíces en lo dado, en lo establecido (parece que otra vez la identidad nos condiciona). Esto implica hacernos mundo, buscando las conexiones que nos convienen.


Para conquistar la libertad entonces, nos borramos, experimentamos y hacemos rizoma. Es interesante aclarar que la imagen del rizoma permite poner en cuestión la lógica binaria, permite romper con el dualismo, porque el rizoma no abandona su territorio para ocupar otro sino que, conecta nuevos territorios y los invade con su color, con sus formas.

Aparece otra vez la idea de la conquista. Y es que la libertad ¿estaría en otro lugar? La libertad ¿sería un territorio por conquistar? Y me pregunto una vez más, ¿en qué consiste esa conquista?


El ser humano tiene la capacidad de transformar; transforma la naturaleza, en tanto puede arrancarle a ella las determinaciones para hacer de éstas acontecimientos de la historia: comer, amar, dormir, morir. Esto es que el ser humano transforma los fines naturales en fines culturales, y lo que hace es volverlos infinitos. Decir “te amo” en lugar de “te deseo” es proponer una tarea infinita, entonces ya no se presenta como algo por realizar (algo así también dicen los autores mencionados).


¿Cómo pensar a partir de esto la noción de libertad en el contexto del mundo contemporáneo? Me gusta la idea de Toni Negri y Michael Hardt de caracterizar a los habitantes de las ciudades contemporáneas en términos de “multitud”. Porque una multitud puede ser concebida como una red, abierta y expansiva, en la cual las diferencias puedan ser expresadas libre e igualitariamente.


Es importante distinguir esta noción de “multitud” –desde un nivel conceptual- de otras nociones de sujetos sociales como “pueblo”, “masa” o “clase”. Porque la multitud es muchos, en la multitud conviven diferentes culturas, razas, orientaciones sexuales, diferentes formas de trabajo, diferentes modos de vivir, diferentes visiones del mundo, diferentes deseos. La multitud es una multiplicidad de todas esas diferencias singulares. En la multitud las diferencias permanecen diferentes, la multitud es multicolor –dicen-.


Me parece interesante el desafío que impone el concepto de multitud: el de una multiplicidad social que tienda a comunicarse y actuar en común, pero conservando las diferencias internas. Esto es que, la multitud no es una identidad –como lo es el pueblo-, ni es uniforme –como son las masas-. Las diferencias internas de la multitud deben descubrir lo común que les permite comunicarse y actuar juntos. Pero lo común, no es algo dado y por lo tanto no puede ser descubierto; entonces lo común es algo producido.

¿Podremos pensar la libertad en este sentido? ¿De qué libertad estamos hablando? ¿De una libertad individual o de una libertad común? ¿Cómo producir libertad?


Lo político está presente en este discurrir conceptual, lo político que rápidamente se mezcla con lo económico, lo social y lo cultural. El deseo es deseo de libertad.

¿Cómo pensar entonces la libertad? ¿Podemos pensarla como deseo?


Todo el tiempo estoy pensando en las comunidades y las subjetividades en el contexto de la ciudad contemporánea. En un mundo en el que convivimos con miradas, entre imágenes. Porque es a través de la mirada que nos acercamos al mundo y nos relacionamos con él. Básicamente producimos un modo de mirar que a su vez es compartido con el conjunto de personas con las que coincidimos en nuestro modo de percibir y sentir la alteridad del mundo.


Sin embargo hay una mirada que prevalece, y es la mirada homogénea de la modernidad; un modo de ver dialectizado, en tanto nuestra imagen y la del otro siempre se nos opone. Y es que ¿podremos escapar de esta lógica binaria? ¿Cómo escapar de las matrices identitarias que nos imponen perfiles sociales, sexuales, políticos y culturales, matrices que nos imponen incluso un modo de ser libres?


Cuando pienso en la libertad no estoy pensando tanto en lo que sea, sino más bien en cómo pensarla, cómo desearla, cómo ponerla en acción; en definitiva estoy pensando en cómo vivirla. ¿Somos capaces de esto? ¿Somos libres? Y en este caso ¿libres de qué o para qué? Se me ocurre incluso la siguiente pregunta: ¿Podemos no ser libres?


Más allá de todo condicionamiento -en términos de lo que plantea Suely Rolnik-, más allá de toda imposición, de toda opresión, de toda violencia, por un lado el mundo nos ofrece toda una producción estandarizada de subjetividades (las que están en relación a la libertad, a un modo de ser sujetos libres), que pone a disposición del “consumidor” (ese seríamos nosotros). Pero, por otro lado, estaría el modo que tenemos de vivir esa subjetividad. Este modo oscila entre dos extremos: podemos establecer una relación de alienación y opresión, esto es someternos a la subjetividad tal como la recibimos, o podemos establecer una relación de expresión y de creación, en la cual nos reapropiamos de los componentes de la subjetividad, produciendo un proceso de singularización.


Si entendemos que la constitución subjetiva es una tarea propia, es decir que nosotros mismos creamos nuestro modo de existencia y nuestras posibilidades de vida, podemos hablar entonces de una subjetividad expresiva, que como tal no adviene, no se fija ni acontece, sino que ella misma es el acontecimiento.


Para ir terminando se me ocurre otra pregunta: ¿Podemos pensar la libertad en este sentido, es decir como acontecimiento? El acontecimiento es eso que desborda los límites del sistema comprensivo preexistente. Hay acontecimiento sólo si hay una fuerza que lo produce y de la cual es síntoma. A su vez, un acontecimiento no se define únicamente por lo que significa sino por la dirección en la que apunta. Y ¿hacia dónde apunta? Si “todo acontecimiento es una llovizna” dice Deleuze.


Yo, entonces, prefiero no hablar de conquistar la libertad, porque esto implicaría conseguir el dominio y el control de un territorio. En este punto me alejo –no sé si mucho o poco- de los autores citados y me hago una última pregunta: ¿La libertad se construye?

Me gusta pensar la libertad como deseo, pero no el deseo que entendemos que nace de la falta o de una sensación de carencia. No siempre el deseo viene de una necesidad, a veces viene de una inspiración que va más allá de lo necesario.

Pensar la libertad tiene que ver con hacernos preguntas que nos acerquen al ejercicio de esa libertad, a vivir en libertad, y que esas preguntas impliquen acciones creativas. ¿Qué puedo hacer hoy para abrir un camino de libertad?

Recordemos los conceptos que comenté al principio, esos tres momentos del proceso. Porque la libertad, como todo acto creativo, es un proceso, y en estos términos implica borrarse, experimentar y hacer rizoma.

Algo vamos a tener que romper, o dejar morir en nosotros, también tendremos que tomar acción, porque no es algo que se viva sólo en la mente. Y atravesar esos dos momentos es lo que va a hacer posible que comience la expansión.

Yo pongo el foco en el deseo porque en algún punto no sé cuál es primero (o anterior). Generalmente no somos libres para desear ni para vivir desde el deseo, no nos permitimos ese ejercicio, como algo del orden de lo cotidiano. Nos movemos más siendo funcionales al sistema en el que estamos inmersos, un sistema que, paradójicamente, a veces, nosotros mismos nos hemos impuesto, pero del que igualmente nos cuesta salir.


Permanecer ahí, en ese estado de inconsciencia consciente, o sostener esa actitud sólo lleva a la inmovilidad, y lo que perdemos es justamente libertad, mientras que el que se posterga es el deseo. ¿Qué podés elegir hoy desde el deseo? ¿Qué vas a hacer hoy para encarnar tu libertad?

  • Esta ponencia de mi autoría fue presentada en el Ágora de la Paz de Marta Minujín en octubre del año 2013, en un evento realizado en Plaza Alemania, de la Ciudad de Buenos Aires, con motivo del 30 Aniversario de la vuelta de la democracia en Argentina. La versión que acabas de leer fue revisada y actualizada para ser compartida en este blog, con la intención de que inspire nuestras prácticas de libertad cotidianas.

  • La fotografía de la portada es de la fotógrafa brasileña de origen húngaro Madalena Schwartz (1921-1993).


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