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  • Foto del escritorSilvina Evangelista

Retrato de una mujer en llamas



Estamos en una casa enorme, casi vacía, sólo habitada por mujeres. Afuera están el océano y el ruido de los pasos en la naturaleza. La brisa del mar se ve, se siente. Las olas golpean las rocas.


Digo 'estamos', porque algo del film hace que enseguida seamos parte de la historia. Cada silencio, cada pausa y cada mirada, nos va haciendo de a poco, testigos y cómplices de los trazos esbozados y de las acciones realizadas.


"Tómese el tiempo para mirarme" dice la protagonista apenas empezada la película, antes de trasladarse al castillo donde se desarrolla la trama, mientras posa, como modelo, para que sus alumnas la retraten. Sin necesidad de mucho más, desde el comienzo sospechamos que el tiempo y la mirada serán los elementos narrativos que impulsarán la acción.


Yo señalaría dos momentos de la película, que no habría que tomarlos como momentos cronológicos, sino más bien como líneas argumentativas que se cruzan y crecen paralelamente, aunque en tiempos diferentes. Los llamaría: el retrato y el amor.


En la primera parte aparecen gestos, guiños, imágenes y situaciones que nos llevan a pensar el retrato, el arte del retrato que, más allá de ser (al menos para mí) una de las técnicas más maravillosas del mundo del arte, involucra dos aspectos sumamente interesantes: el reflejo y la mirada. Y en el caso particular del film, también el tema de la copia y el original o la obra como producto del vínculo musa-artista, figuras que en el film rompen los estereotipos.


"¿Es así como me ves?"le pregunta Heloise a Marianne la primera vez que ve su retrato, en una escena en la que se da el siguiente diálogo entre ambas:


Heloise: ¿Soy yo?

Marianne: Sí

Heloise: ¿Es así como me ves?

Marianne: No sólo soy yo

Heloise: ¿Qué quieres decir con no sólo tú?

Marianne: Hay reglas, convenciones, ideas

Heloise: ¿Quieres decir que no hay vida? ¿Sin presencia?

Marianne: Tu presencia está hecha de momentos fugaces que pueden carecer de verdad

Heloise: No todo es fugaz. Algunos sentimientos son profundos. El hecho de que no esté cerca de mí, lo puedo entender. Pero me parece triste. No está cerca de tí.

Marianne (ofendida): No sabía que eras crítico de arte

Heloise (irónica): Y yo no sabía que eras pintor


En la película el foco está puesto en el proceso de elaboración del retrato (no en el resultado). El tema de la mirada y el reflejo se juegan ahí, en ese vínculo entre la artista y la mujer retratada, que al principio no debe saber que será pintada. Es interesante lo que se genera en torno a la visión de la artista, porque durante esta primera parte lo que sabemos es lo que observan sus ojos. Ella, desde el comienzo, persigue a Heloise con la mirada, para captar sus rasgos, sus gestos y su esencia. Es haciendo el "trabajo" que le ha sido encomendado que se convierte en testigo, espía y cómplice de su soledad, de sus miedos y de su deseo. Incluso, ante la ausencia del modelo vivo a quien copiar, busca en el reflejo de sí misma, los rasgos que pretende plasmar en la pintura, en un intento de hacer visible lo invisible.


Cuando Heloise descubre que está siendo retratada el vínculo cambia, y finalmente accede a posar para la artista. En ese momento la relación empieza a construirse a partir de la mirada de ambas. Heloise le pide a Marianne que se ubique en su lugar, en el lugar de la modelo, y una vez allí le pregunta: "¿Qué ves? ¿Qué estoy mirando todo el tiempo mientras me pintas?" Esta situación hace evidente que "si hay otro, quienquiera que fuese, donde quiera que esté, cualquiera fueran sus relaciones conmigo, sin que actúe siquiera sobre mí, sino por el puro surgimiento de su ser, tengo un afuera, tengo una naturaleza; mi caída original es la existencia del otro."


Esta cita de Jean Paul Sartre nos invita a pensar la importancia de la mirada del otro en la construcción de la subjetividad y me lleva a preguntarme lo siguiente: ¿Será que siempre buscamos a ese otro - esa otra - que nos constituya, frente a la cual podamos desnudarnos y justificar nuestra propia existencia?


Más allá de que podamos pensar el tema de la existencia y el de su configuración en torno al arte del retrato y a partir del juego de miradas que éste hace explícito e infinito, en el film el propósito es otro, y de esa pura reciprocidad se desprende el tema de la película. El tema de la película es el amor.


El amor es presentado a través de la obra de Ovidio, específicamente con el mito de Eurídice y Orfeo - como prototipo de ese amor-. Una noche, las tres habitantes de la casa leen, a la luz de las velas, y escuchan atentas la historia, analizando el comportamiento de los personajes. Cuando comienza esa escena, creí que iban a contar la historia de Perséfone y Hades, imaginé que leerían la parte en la que ella recogía flores en un prado cuando de las profundidades de la tierra emergió el dios del mundo subterráneo para secuestrarla, con el fin de hacerla su esposa. Pensé que ese relato serviría para ubicarnos en el lugar de las mujeres en el siglo XVIII, y lo que sucedería cuando, una vez finalizado el retrato y enviado al futuro esposo de Heloise, ella abandonara su mundo, sin quererlo, para convertirse en esposa. Pero el mito fue elegido desde Marianne, desde la mirada de la artista que deja partir a su amada, que no le pide que se quede junto a ella, sino que, al igual que Orfeo, gira su rostro y mira a Eurídice a los ojos, a pesar de saber que no debía hacerlo hasta llegar a la orilla, porque "elige el recuerdo de ese amor".


Retrato de una mujer en llamas, de la directora francesa Céline Sciamma, es una historia de amor entre mujeres, un vínculo que se construye entre la duda y la demora, pero con la certeza de lo inevitable. Del mismo modo como se está construyendo lo que podemos denominar la "mirada femenina" en el cine. Es un film a la vez luminoso y entusiasta, que se crea a medida que avanza la historia y se profundizan los vínculos entre las actrices, con la naturalidad con la que suceden las cosas en la naturaleza, sin juicio, sin conceptualizaciones absurdas y sin temor. Es la historia de "los amores vividos, que nunca son amores perdidos" como dice la directora, incluso cuando esos amores parecen imposibles.


Otros aspectos interesantes para destacar son la belleza de las imágenes y la claridad del deseo como criterio de selección del material fílmico, que da forma a la expresión "el guión es la arquitectura de los deseos". A ésto se suma la presencia de las obras realizadas por la artista Helene Delmore, la sobriedad de la fotografía de Claire Mathon, y el naturalismo de las locaciones, intensificado por la imposibilidad de utilizar luces en los interiores. Todos estos elementos contribuyen a una estética minimalista, que se corresponde con la precariedad de la baja nobleza bretona, lo que permite a la película hacer un quiebre con las convenciones del género de época. La ausencia de banda sonora es un recurso sutil, casi imperceptible, que potencia los sonidos naturales, los pasos en la madera crujiente, el arder del fuego, la agitación de la respiración y la intensidad de la escena final, donde adquiere sentido la expresión pronunciada por Marianne en una de sus líneas"no es fácil describir la música".


Se trata de un cine hecho por mujeres, que no es cine para mujeres - como se titula el ciclo de Cine y Feminismo en el que vi el film. La ausencia de hombres en las escenas luminosas de la película tiene que ver con una clara intención de la directora:"Quiero que los hombres se identifiquen con mis protagonistas, que disfruten de uno de los grandes placeres del cine, habitar en pieles ajenas y entender otras vidas e identidades".



El ciclo Cine y Feminismo - Cine de mujeres no es cine para mujeres es organizado por @politeama.cineclub, cuyos encuentros son coordinados por @godoyroma y @aleja_revelo





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